Te puse una mano en la espalda
porque me dio miedo
que la Luna nos mirara así
y que con su luz nos descubriera
Estar tan mimetizada con la noche
era cercano a estar muerta
y a la vez había tanto renacer
que una cosa terminaba en la otra
Ahora tu mano en mis hombros
y un botón que se escapa
el instante de nuestras bocas suspendidas
es incluso mejor que el roce
En ese banco nos fuimos a morir
sin parar de susurrar, ni sabía
dónde empezaba mi boca y dónde la tuya
frío el rocío pero no tus labios