Canto al albañil

Ilustración y canción: El Fogón (@el_fogon.ok)
Escuchala acá

Mucho se ha cantado
al campesino
al trabajador
de fábrica
al gaucho
y al maestro
Poco se ha cantado
al albañil

Al obrero
de la ciudad
Al obrero
del cemento
con ropa
de arena
y ojos
de cal

Niño albañil
que curtís
tus costumbres
con los adultos
la espalda
con carretillas
las manos
con ladrillos

Viejo albañil
que cuidás
la obra
por la noche
Custodiás
el reino
de andamios
como tuyo

Hombre albañil
no vuelvas tarde
Pocas horas te separan
de la próxima jornada
Acostate
con todo puesto
así robás
minutos de sueño

Hombre albañil
no vuelvas tarde
Una mujer
y cinco hijos
en el rancho esperan
con hambre acumulada
escuchar el ruido
de tu bicicleta
oxidada

Portuario

En los puertos de la ciudad
revivo y muero
soy solo un jornalero
que la espalda regala
aunque ya esté cansada
a cualquier autoridad

Quién me va a enseñar
cómo hacerme valer
yo solo me eduqué
y a mí nadie me engaña
el que trate mala saña
es lo que se va a llevar

Cajas van y vienen
yo nunca pregunto
sé que cuanto más urgo
menos me gusta lo que veo
así que miro al cielo
porque es lo que me conviene

Si yo ignoro, señora
no es de bruto ni perdido
pero el famoso despido
es lo primero que viene
a la boca de los jefes
cuando llega la hora

Entre los barcos que encallan
aparece alguna alegría
que disipa las penas sombrías
de mi labor tedioso,
algún corazón candoroso
que la espera desamarra

Así pasan mis días
entre cajas y faenas
las ganas me desvelan
y no pierdo esperanzas
de escaparme en un barco
cual polizonte polaco
a buscar aventuranzas
y morir a la deriva

Inercia

Ando bien
digamos
que ando bien
pero en realidad
solo ando
y ni siquiera por voluntad propia,
por impulso,
como cuando una suelta el acelerador
pero el auto sigue avanzando
como este poema
que tampoco me acuerdo por qué lo empecé
y que ya no sé a dónde va
pero va
porque no hay ningún punto
que lo frene
como a mí
que ando
ando bien
digamos

Materialismo corporal

Tengo
toda la poesía
detrás de mis ojos

Tengo
todas las canciones
en los antebrazos

Tengo
los rezos más variados
en la garganta

A lo largo de mi vida
tendré
los zapatos en mis pies
de innumerables mujeres

Pero cuando tengo
tu persona delante de mí
es como si ya no tuviera nada
como si las guitarras y las ciudades
las luces, las letras, las personas
se escaparan de mí
se escaparan de mi pasado

Me vuelvo niña, inocente, ilusionada
Me vuelvo temeraria como quien ignora
lo que se podría perder
Me quedo sin nada

Y siento la necesidad más profunda
de que seas vos la que me llene
Tenerte a vos
en los ojos, en las manos, en la garganta

O que vos me tengas a mí
lo que más te guste

 

Lobezno

Son las noches con estrellas,
iluminadas, falsa imitación del día
las que más me agradan
porque me dejan verme a mí mismo
cuando me agacho a tomar agua
Y así, noche de poesía (poética),
te vas en tan poco tiempo,
la luz del sol asoma entre los árboles.
Luz benévola que aleja la oscuridad
cómo me gustaría poder adorarte
pero las sombras retroceden
y yo con ellas
Y es que las costumbres que uno forja durante años
no se pueden cambiar en una noche

 

Decile que no tenés miedo

Decile a tu amor que no tenés miedo
de besarla en la boca
cuando se quedan solas.
¿Por qué no caminarías
de la mano con ella
como haría cualquiera?
Lo que te griten por la calle
linda, no lo escuches, porque si es insulto
nunca puede ser eso la verdad.
¡Si te vieran tus padres!
¡¿Qué van a pensar?!
Caminando tan feliz
¡Con una mujer!

  Eso escribí en mi banco de la facultad, una mañana, durante la clase más desmotivadora de mi vida. Siempre dibujaba los bancos; mi mente seguía la clase, pero un sector de mis neuronas se desconectaba de su circuito habitual y se encargaba solo de deslizar mi mano disimuladamente por la mesa. Aunque ese día se rebelaron, y tracé palabras en vez de planetas con anillos o palmeras.

    Al final de la hora de literatura inglesa, abandoné mi creación como otras veces. No tiene sentido ahora que cuente lo que pasó a la tarde, todo digno del olvido.

     La mañana siguiente, desparramé los cuadernillos sobre la mesa al llegar. Mi amiga, que se acababa de sentar en su silla, los corrió para un costado y puso el índice arriba de tres palabras, en lápiz, con letra tosca:

Pero sí tengo miedo 

     Estaban justo debajo de mi pequeño poema. Me quedé mirándolas un rato, pensando cómo iba a contestar. La chica del dedo índice (Tania) me dijo que la situación parecía de película. La única respuesta que se me ocurrió (tan escueta que parecía estúpida) fue:

¿Por qué?

     Pasó una semana antes de ver nuevas líneas en esa letra que parecía escrita con la mano inhábil. Yo había tenido miedo de que alguien cambiara el banco de lugar y se cortara la comunicación. Supongo que lo hubiera buscado para traerlo de vuelta a ese lugar, tan fuerte tira la curiosidad en mí.

Porque ella no sabe que es mi amor

      Tardé dos días en responderle, que ella sufriera un poco la ansiedad también (obvio que en mi mente ya daba por supuesto el sexo femenino de mi interlocutor). Mi siguiente mensaje:

¿Por qué no le decís? ¿Hay otra salida?

    Esa tarde algún estudiante desgraciado cambió la mesa de lugar. Me decepcionó apoyarme en la madera blanca, impoluta, de otro banco. Le comenté a Tania la tragedia. Me respondió «si la chica es inteligente, va a encontrar la forma de hablarte».

     Con un suspiro me levanté, porque me fuera a contestar o no yo necesitaba ir al baño igual. De los tres inodoros, dos estaban rotos desde hacía meses, así que entré al cubículo de la derecha. Cerré la puerta con un poco de asco. Mientras me desabrochaba la hebilla del cinto, paseaba la vista por la puerta del baño: puto el que lee, #abortolegalya, Camila 25/6/14, lingüística me tiene de hija, anarquía social abajo el gobierno. Cuando llegué a la frase siguiente mis manos se frenaron, esa era nueva:

Decirlo da miedo cuando tu amor es tu amiga de la facu

    Terminé de hacer pis, me subí los pantalones, me abroché el cinto, bajé la tapa del inodoro, me paré encima y me asomé por arriba de la puerta. No había nadie cerca, tal vez, pensé, hubiera alguien vigilando el baño para asegurarse de que me llegara el mensaje. Pero no. Ya estaba flasheando. Entonces me bajé y me senté en la tapa. Quería pensar ahí, en la escena del crimen. Volví a revisar la puerta, buscando algo más, no sé qué, quizá algún @ perdido que me sugiriera un perfil de instagram. Tampoco. No había más que esas palabras con caligrafía torpe. Mi mente iba tan rápido que cuesta contarlo ahora, por lo que hago una lista de carácter ilustrativo:

Hipótesis:

  1. Era una persona que no conocía, hablándome de su amor (a quien tampoco conocía).
  2. Conozco a las dos personas pero la historia no me involucra.

      Tres: alguien se me estaba declarando.

Sub-hipótesis de la hipótesis 3:

  1. Era uno de mi grupo (compuesto por dos chicos heterosexuales, Tania lesbiana y yo).
  2. No era de mi grupo cercano, pero sí de las personas con las que conversaba en el salón: unas seis o siete personas de sexualidad verificable en las redes sociales (en caso de ser necesario).
  3. Era alguien con quien no hablaba, pero éramos “amigos” en el grupo de facebook que usábamos para algunas materias.

     En este punto decidí arrancar con la opción más peligrosa. Grupo A, perfiles a continuación:

– Mariano: tipo lindo, bastante creído. Siempre estaba saliendo con alguna. Ese encaraba de primera, aunque supiera que tenía las de perder (ya lo había hecho conmigo). Descartado.

– Augusto: era más tímido. Tal vez podría declararse de esa forma. Pero tenía novia desde hacía muy poco tiempo. No me lo imaginaba atrás de otra piba, con la cara de boludo que ponía cuando la nombraba a su chica.

– Tania: ahí mis razonamientos se empezaron a trabar un poco. Lesbiana. Soltera. Había salido con varias chicas pero ninguna le había gustado mucho. Era muy extrovertida; yo le admiraba su descaro para hablarle a cualquier mujer y sacarle un número de teléfono.

    Aunque también era, no hay una palabra justa para eso, muy soñadora, o muy literaria, no sé. Le gustaba hacer cosas que el resto no haría, y eso encajaba… ¿ocupado?

     ¿Eh? Ah, sí, ya salgo. Tiré la cadena y abrí la puerta. Era una profesora la que estaba esperando para entrar. La saludé mientras pensaba adónde podía esconderme un rato. No quería ir al salón otra vez hasta no aclararme las cosas: si era alguien de mi curso que me estaba encarando, me iba a mirar y yo tenía que entrar con una actitud definida, que todavía no había definido.

    Entonces me fui a la calle, di la vuelta a la esquina y me senté en el hueco de un portón. Traté de retomar el pensamiento… que… ah, Tania era capaz de hacer algo así. Ahora veía en mi mente dos ideas claras: una era la primera hipótesis, la razonable idea de que yo con esa telenovela brasilera no tenía nada que ver. Alguien aburrido en una materia encontraba más interesante responderle a x persona. Mas un día dejaría de escribirle como si nada. Y punto.

    La otra idea era, sin embargo, la que pujaba más fuerte. Sigilosamente, había ido desplazando a las otras opciones. Que mi amiga se hubiera enamorado de mí.

      Acomodé la espalda mejor contra el hierro del portón y cerré los ojos. Con Tania nos habíamos conocido dos años antes. Para ese momento yo ya sabía qué tipo de persona me atraía, ella ni siquiera se había percatado de que existía un closet y de que estaba adentro. Desde las primeras charlas percibí su aura multicolor, pero tuve que esperar muchos meses hasta que ella misma lo fuera aceptando. En el mientras tanto, nos hicimos amigas. Un mechón de pelo se me cruzaba por la cara y me desconcentraba porque me hacía cosquillas. Me lo metí atrás de la oreja; apoyé los codos en las rodillas.

    Tania. Un metro setenta, pelo castaño, ojos verdes, piel tostada, tetas chicas, ni un granito, cola tamaño promedio, se le marcaban las venas en las manos. Perfecta nariz recta. Si me la cruzara en un boliche… sí, la invitaría a tomar algo. ¿Chaparía bien? Dientes parejos, boca carnosa. Nunca le vi la lengua. Más alta que yo, se agacharía un poco supongo. O yo me pondría… ruido de llaves.

     Me levanté como si me hubiera pinchado el culo y me hice la que estaba mirando el celular. Por suerte el señor había abierto el picaporte de espalda; estaba sacando una viga grande de madera. Aproveché para mirar la hora: diez minutos tarde. Y teníamos parcial esa clase.

     Encaré para el salón consciente de los 150 metros y dos tramos de escaleras que tenía para decidir. Algo debía tener en claro para cuando abriera la puerta y dijera buen día al profesor.

    Ochenta metros. Los profesores nunca se gastaban en saludar cuando ellos llegaban tarde.

     Setenta metros. ¿Y si al final no era Tania la que había escrito la misiva?

     Sesenta metros. T.a.n.i.a. Ta-nia. ¿Qué significaba su nombre?

     Escaleras. Pelo castaño, ojos verdes.

     Cuarenta metros. Me iba a ir mal en el examen.

     Veinte metros. ¿Estaba despeinada? Me acomodé rápido el pelo.

    Puerta. Pausa. Abrí. Buen día. Cuando la miré, sentí que sus ojos me habían estado aguardando. Ninguna de las dos parpadeamos. Avancé por la hilera entre los bancos y, después de pasarle por atrás tratando de no empujarle la silla con el cuerpo, me senté.

     Estuve inquieta todo el parcial. Yo nunca… bah, no sé… digo: nunca me permití gustar de ella. Al principio porque no era gay declarada y para qué emperrarte con alguien que nunca te va a poder corresponder. Y después, ya éramos amigas, entonces tampoco la miraba.

     ¿O sí?

    Milagrosamente, el profesor de la cátedra siguiente faltó, así que nos fuimos temprano. Tania nos avisó que se iba apurada para llevar algo a la casa de alguien. Me dio miedo hacer contacto visual, y cuando levanté la vista ya se había ido. Saludé a los chicos con cara de póker y me retiré.

     Todo el trayecto hasta mi casa hubo un borboteo incesante en mi cabeza. Preguntas y sensaciones, que creía nuevas pero cada vez me daba más cuenta de que eran todo lo contrario. A las cinco de la tarde revisé whatsapp, otra vez. Teníamos cuatro grupos en común y en ninguno se había hablado nada. Ni una carita. A las seis no aguanté y le hablé por el chat privado. No era inusual que le escribiera, tampoco que la invitara a comer esa noche. Como yo vivía sola, muchas veces se quedaba a dormir conmigo.

    Me contestó que sí. No podría llegar antes de las nueve. Habló seria, con pocas palabras, a lo cual respondí con menos caracteres aún.

     Las horas que faltaban se me hicieron muy largas. Cuando me hube bañado ya no sabía qué hacer. Ordené mis libros alfabéticamente para distraerme. Estaba justo guardando los últimos y sonó el timbre. Los metí apurada en el estante. Fui caminando lento hasta la puerta: los pasos se escuchaban desde afuera. El corazón me iba más rápido que los pies. Tu-túm. Agarré las llaves. Tu-túm. Metí una en la cerradura. Tu-túm. Tu-túm. Abrí y Tania no pronunció palabra. Tu-túm. Tu-túm. Ella pasó pero yo no le había dejado mucho espacio. Tu-túm. Tu-túm. Tuvo que avanzar más para que yo pudiera cerrar. Tu-túm. Tu-túm. Pero seguí sin moverme. Tu-túm. Diez centímetros de separación. Tu-túm. Me miró a los ojos. Tu-túm. Me miró la boca. Tu-túm. Me agarró la cara. Tu-túm. Con las dos manos. Tu-túm. Salvó. Tu-túm. La. Tu-Túm. Distancia.

Poemas al paso

Poemas al paso
Hago poemas para regalar
Poemas nuevos sin leer
Escribo poemas por encargue

(tengo cinco o seis ya hechos
les voy cambiando algunos versos nomás
total todos alguna vez lloramos
o reímos por amor
o se nos murió alguien
o tuvimos un sueño,
la cosa es leer el poema
como si nunca lo hubieran leído
“cuando digas la palabra ‘carroza’
haz que una carroza
salga de tu boca”
dijo alguien una vez) 

¡Poemas!
¡Hago poemas en el momento!
¡Poemas al paso,
poemas para llevar!

 

[Vendedor de poemas que escuché gritar en una esquina y que nunca volví a cruzar aunque muchas veces más pasé por esa esquina y por tantas otras porque mi vida es nada más que cinco o seis calles que voy recorriendo de distintas formas según la ocasión]

 

Borrón y cuenta nueva

A ver, ya te lo dije muchas veces
Es así. Somos así. Listo.
A veces hablar no sirve de nada
Querías irte: ahí está la puerta
Y no es una metáfora
Mi casa estaba abierta para cuando llegaste
Yo no voy a ser quien te obligue a quedarte
Nadie puede obligarte, esa es la impresión que le das a todos.
Aunque yo pude conocerte un poco más
Sé que en realidad tenés miedo a que te obliguen
Escapás como rata por tirante.
De mí, de la rutina, de lo estable
No es algo ilógico. Pero la rutina,
El vernos la cara todos los días al levantarnos, al ir a dormir,
Tiene algo de bueno.
Sé cómo torcés la cabeza cuando algo no te gusta,
Sé de memoria las ciudades de Europa que querés conocer,
En qué momentos ofrecerte un café,
Cuándo tenés ganas de besar,
Cuándo querés estar sola,
Cuándo me decís que querés estar sola pero querés que no te haga caso y me quede,
Te veo bailando en la cocina cuando no me escuchaste entrar,
Te veo mirarte las piernas y sé que después me vas a preguntar si te encuentro atractiva,
Alguna vez te escuché criticarme con tus amigas,
No te gusta que me deje crecer las canas,
No te gusta cuando le presto más atención a la guitarra que a vos,
O al perro que a vos, o a algún libro,
Pero sino me decís que te estoy encima y necesitás tu espacio,
y que por qué no me voy a tocar un rato la guitarra
Te gusta que te cuente sobre la primera vez que te vi,
Y que te interrumpa cuando estás trabajando,
Pero no cuando estás pintando algo
Nunca sé qué hacer si llorás, aunque vos sí sabés consolarme
De a ratos te volvés tan distante que siento que vivo con el recuerdo de una persona.
Me desesperan tus idas y venidas (me gustan porque siempre volvés más apasionada).
Entonces andate, si eso te hace sentir libre
Pero hacete cargo de los borrones y cuentas nuevas
Porque si me obligás a borrar
Dejame escribir lo que quiera después