Mi primera relación fue la más fructífera, no por cuestiones románticas sino porque descubrí el potencial, inadvertido por la gran mayoría, de preguntar en qué está pensando el otro.
Con la práctica fui descubriendo que las otras preguntas no sirven para nada. Y peor, caen en la repetición. Algunas preguntas, por más que me resista, son inevitables. ¿De qué trabajan tus viejos? No se puede saber si no se la formula y no vale la pena buscar una construcción sintáctica más compleja. Ahora, lo que yo de verdad quiero saber es si le muevo el piso a la piba. Si le gusta cómo garchamos. Si conmigo se acuerda de la ex o la va olvidando.
Hay momentos donde el otro te mira un poco más profundo de lo normal. O más tiempo. O más cerca. O que no te mira por dos minutos completos. Pero ese tiempo, desnudos y transpirados en la cama, dura más que dos minutos sin hablar vestidos en la cocina. Ahí, un qué estás pensando bien dicho puede tumbar la desconfianza o la vergüenza de los primeros encuentros. Puede arrancar confesiones, recuerdos, algún llanto guardado. Quizás incluso provoque el primer te quiero.
Aunque hay que saber usarlo. Si se dice mucho pierde la fuerza. Si no se usa, el otro jamás llega a recibirlo con naturalidad. No hay que subir ni bajar el tono durante la pronunciación. Decirlo despacio y, sobre todo, no ceder ante la sorpresa del interlocutor. Nada de reír o desviar la mirada: se espera la respuesta en silencio. Así, el otro percibe la seriedad de la cuestión y no se anima a mentir. Tampoco se puede ser insistente, es preferible aceptar un qué te importa y probar otro día, en una situación diferente.
Esto parecerá un cruel método interrogatorio. Sin embargo, también sirve de tamiz. ¿Cómo seguir con alguien que no puede ingeniárselas para responder algo así? Qué me importa de qué trabajan los padres, yo quiero me abra una ventanita a sus pensamientos.
Esa pregunta es cierto que vale por un buen montón de preguntas que acabarán pasando al olvido.
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Real. Tantas cosas que uno después olvida.
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Esa pregunta 💓
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💓💓💓
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Espero que algún día alguien me lo pregunte… yo, en este momento y mirando a los ojos, sólo diría: en ti.
Salud.
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La respuesta esperada, supongo. ¡Saludos!
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Creo que sí. Mirando a los ojos, como mucho añadiría un: «Sólo pienso en ti», aunque mentiría un poco, porque también estaría pensando en mí. ¡Salud!
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Imposible no pensar en uno jaja. Eso siempre se da por supuesto. ¡Saludos!
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Somos de palabras, de gestos y de esa fluidez que llaman química. Me ponen a pensar en como se intercambian todas esas cosas y en que de todo eso queda. Han quedado muchas canciones bellas.
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Tal cual. Todo se mezcla en una gran simbiosis de la comunicación.
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Respuestas erróneas. La pregunta es ¿Qué estas pensando? No en quien…
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Esas licencias que a veces se toma la semántica…
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Mal entendidos, o, no saber leer
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