Basta de clichés

Este mes me puse a ver muchas películas sobre escritores. De esas que vas anotando en un papelito y de repente, cuando tu novia te deja, tenés tiempo para ver. Mi problema es con las películas taquilleras de trama fácil, no las de onda independiente. ¿Por qué tanto cliché? ¿Por qué tanta escena predecible? Yo sé que la vida también tiene sus figuritas repetidas, sus clichés de pampa y Paraná. Pero los de las películas… ¡Dale! Están tan lejos de nuestra órbita sudaca…

Así que basta loco, basta de ese escritor que no sabe qué corcho redactar y termina tomando en un bar a las dos de la mañana. Ya sabemos cómo sigue: saliendo de ahí se cruza con una piba “diferente”, que le habla de libros, que lo critica y lo deja en off-side.

Yo, cuando no sé qué escribir, cuando se viene el slam de poesía y todavía no hilé ni dos frases, me pongo en pedo con café con leche. Sí, café con leche y medialunas a las tres de la tarde un día de sol. Porque la tristeza de la hora de la siesta es más desesperante, más solitaria que la tristeza de la noche, momento en que un tercio de la ciudad se pone de acuerdo para deprimirse con vos. Además, tomar café es más temerario porque no te escabia. O sea que no solo sos consciente de tu tapón literario sino que encima te das cuenta de que está costando diez pesos más caro que la semana anterior.

Sin embargo, lo más anti cliché de todo es la soleadez del día. Cuando llueve, es como que tenés permiso para dos cosas: quedarte en la cama (con todo su abanico de significados) o llorar, y que las lágrimas, de a poco, vayan regando las plantas de la cocina, que no alcanzan a mojarse con la lluvia del balcón.

Pero el sol es un recordatorio ahí, colgante, ineludible a la vista, de que tendrías que estar contento. Porque sí. Porque esa dualidad de que sol lindo y nube feo. De que sol seguridad y noche te chorean.

Y no es así la vida gente. No es así por tres razones. Uno: el bajón oracional a mí me agarra en pleno horario de trabajo. Dos: acá te chorean a cualquier hora. Tres: eso de cruzarme con una piba que me remueva la literatura no me estaría pasando.

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